NORMALIDAD*

El mundo ya no será igual, decían algunos hace un año cuando dio comienzo esta pandemia.

¿Qué mundo no será el mismo?, probablemente el humano, porque el sol seguirá saliendo; se sucederán las estaciones, fluirán los ríos, cantarán los pájaros; y hasta puede ser que mucho mejor, no teniendo, como hasta ahora, a los depredadores humanos que lo están abocando a su destrucción.

Esta visión antropocéntrica de que el mundo somos nosotros; que dios, o quien sea, lo creo para que lo explotemos, transformemos, lo domestiquemos. Hagamos uso de él sin límites, impune y ambiciosamente; este mundo claro que no tiene que ser igual.

Muchos, en una pretendida reflexión autocrítica, otros apocalíptica, y casi todos en una lectura mediocre, racionalista, e inconsciente y pedante lanzaban profecías tan alarmistas como vacuas, sin acercarse a pensar que somos apenas un mero accidente biológico, y muy insignificante, en la organización cósmica.

Es cierto, nos empezamos a dar cuenta que la humanidad, con suerte, no será la misma, o ya ni siquiera será. Y sin embargo nuestro comportamiento no se ha cambiado ni un centímetro de las conductas que han conducido a esta situación; seguimos comportándonos como inmortales, omnipotentes y soberbios, “valores” con los que creemos haber ganado nuestros trofeos, conquistado  privilegios, y reducido a servidumbre a todo cuanto queramos, incluso a nuestros propios semejantes cuando los discriminamos como  enemigos, diferentes, pobres, inmerecedores seres carentes de dignidad y derecho a la vida, a nuestro estilo de vida, ese que conseguimos por méritos, esfuerzo, ambiciones; y que ellos no poseen, o tal vez, o será que jamás tuvieron la oportunidad de acceder a las herramientas para ello. Y los excluimos de ella; los invisibilizamos hasta hacerlos desaparecer (¡que concepto éste que tanto hemos sufrido!”)

Hemos atravesado la historia y sobrevivido a muchas pandemias naturales. Fuímos creadores de nuestras propias plagas de odio y mezquindades en forma de guerras, holocaustos, genocidios, con tantas o más víctimas que las naturales poe aquellas producidas; y la inconsciencia, la ignorancia, o nuestra propia naturaleza destructiva, jamás han elaborado una autocrítica auténtica que se traduzca en correcciones, y nos  evite repetirlas, hasta el dia de hoy que seguimos presenciando a los matones de siempre amenazarnos y provocar matanzas bíblicas en defensa de su status quo, y a los aplaudidores incultos haciéndoles el coro.

Si alguna vez fuimos normales, ¿Por qué llegamos a esto, porqué estamos en el ojo del huracán de la que puede ser la última aventura humana sobre el planeta?; o, como bien pronostican los sabios, “el principio del fin de la agonía de este homo sapiens llamado a ser la cúspide de la evolución”. 

¿Seguiremos empeñados, sordos y ciegos, distraídos; sin barbijos ni vacunas, masificándonos en hormigueros urbanos, en retornar a la “normalidad”?.

 ¿Qué estamos dispuestos a canjear para seguir vivos; se nos ocurre alguna alternativa a esa normalidad que ya empezaba  a parecerse a un noria de repeticiones entre enloquecidas, delirantes, y macabras, por tener más poder, más posesiones, más….?. 

Más, siempre más.

Aprendimos a convivir con casi todas las fuerzas adversas que se oponían a nuestra existencia en el planeta; desde los animales mas potentes a las fuerzas telúricas que nos siguen poniendo a prueba regularmente. Pero no supimos ver lo que crecía dentro nuestro, agazapado en las tinieblas mas oscuras de una condición, la humana, que se tiene que alimentar cada día, con cada gesto; que no es inherente ni natural, y que puede, y así lo prueban los hechos, degenerar hacia una agresividad maligna que disfrute el dolor y se regocije con el sufrimiento.

Esto nos pasó desapercibido; tal vez porque de ello también estamos compuestos. Y la bondad, compasión, y misericordia atribuibles a ese dios inventado, no sea mas que el ferviente deseo de negar nuestros defectos, y aspirar a dar lo mejor de lo que somos.

 

*Dr. Carlos Nieto
Oga Cultura y Transformación