JUGADO

Tranquilo, sin voces que lo perturben, con la complicidad de su partenaire en un programa grabado escucha la pregunta: “¿Si él gana con un resultado ajustado vas a asumir que la elección fue limpia?”, y la primera respuesta que da incomoda a su interlocutor. Dice “si no estamos en condiciones de cuidar los votos como corresponde no seríamos dignos ganadores”. 

Jaime Bayly toma la iniciativa nuevamente para preguntarle si las elecciones generales de octubre fueron limpias a lo que finalmente Milei contesta lo que querían que diga, que hubo irregularidades.

La situación se divide en dos, o ganan, o pierden por el fraude.

Desde el fin de la década infame en adelante las elecciones nunca tuvieron un fraude tal como para cambiar el sello partidario ganador.

Teniendo en cuenta lo que armadores políticos suelen decir que pueden haber 3 puntos menos para un candidato que en verdad le corresponden, basta con analizar los actos eleccionarios para darse cuenta que sólo una vez ese número podría haber cambiado la historia: para ser más claro, el balotaje que pierde Scioli. Y cuando pierde el peronismo nunca hay fraude.

Lo lógico sería que el resultado de este balotaje sea ajustado, y ante ello, los profetas del odio ya comenzaron a hacer correr la bola del fraude. Algo inédito.

Con lo cual es probable que una dilatada elección termine durando aún más por la judicialización del escrutinio.

Pero será Milei quien no reconozca una hipotética derrota, o quienes quieran ostentar la presidencia en las sombras. ¿Quién será más feroz, el león o el lobo con piel de cordero y ojos azules? 

Está claro que Macri no hubiese reconocido la derrota si no fuese por la paliza por la que perdió, fue cuando liberó el dólar por un tiempo más prolongado del que hubiese podido pararlo.

Hubo una época en donde los periodistas serios y neutrales decían que la “grieta” era un negocio que le funcionaba a los M y los K, por igual. El reparo inicial de esa frase ya es una certeza y mientras Massa llama a la unidad nacional, el otro sector busca profundizar la grieta.

¿Y cómo no hacerlo si Macri participa en ese armado?

Por eso, en el debate de vicepresidentes Victoria Villarruel hablaba de ustedes y nosotros, al referirse a Agustín Rossi.

Párrafo aparte para el santafesino que quienes lo conocen dicen que es vehemente al hablar, y eso no se notó para nada. Puede que los asesores le pidieran que se moderara para que no quede como un machirulo tapando a los gritos a una mujer, por lo que sea, bajó revoluciones por demás. Dejen de darle tanta bola a los asesores de campaña, su suerte siempre se analiza con el diario del lunes, si la pelota entra son genios. 

¿Me van a decir que Macri le ganó a Scioli porque en el debate entró Juliana Awada y le dio un beso? ¿En serio?

Les están comiendo la billetera. Sólo falta que un catalán le diga a un peronista como hablar para ganar elecciones.

En ese debate, Villarruel reflotó dos temas. Uno de color electoral y otro serio. El de color es que volvió a hablar por la negativa del voto, es decir, si UxP sacó 36 por ciento es porque el 64 por ciento no los elige. ¿Pero tiene la totalidad de los votos que no acompañaron al oficialismo? Si es por la negativa, los libertarios tienen más del 70 por ciento en contra. Es como que el equipo que perdió 2 a 1 cargue a su rival porque no le hizo tres goles.

El tema serio es que volvió a cuestionar el accionar de las fuerzas en la última dictadura, donde no tiene un discurso negacionista de lo que sucedió sino que reivindicatorio. El propio hecho de no tener número es el dato en sí. Nadie piensa que fueron 30 mil clavados, ni 29.999, ni 30.001. El hecho es lo importante, no el número. Si así fuesen 8.000 desaparecidos estaría bueno que digan dónde están. Y además que digan desde que número les parece razonable horrorizarse por una atrocidad semejante.

En la teoría más antik de todas, fue Cristina quien mandó a matar a Nisman. Una orden del Ejecutivo para asesinar a una persona, y se llenó una plaza para pedir justicia. Pero los que reconocen 8.000 desaparecidos por la fuerza represiva del Estado (que suelen ser los que avalan la teoría del asesinato de Nisman) no llenan 8.000 plazas. Discuten el número para esconderse, para no hablar del hecho. Eso también se juega en esta elección. 

El domingo se vivirá el debate entre Sergio Massa y Milei. Para ese momento el libertario pidió que se terminen las operaciones en su contra, que no se hable de venta de órganos, voucher, venta de armas, osea, digamos, que no le sigan haciendo reportajes.