Supe que habías vuelto antes de que llamaras a la puerta, siempre he tenido un olfato canino.
Por años he recordado el aroma de los cigarrillos que fumabas uno tras otro. A pesar de que tus bocanadas eran tan penetrantes no lograban aplacar tu propio perfume, ese que emanaba tu cuerpo y yo aspiraba recostada en tu pecho.
Tampoco olvidé tu olor recién afeitado, era el de la loción del barco azul y rojo estampado en la botella blanca. Esa que te regalé para tu cumpleaños y que dejaste en el botiquín del baño cuando te fuiste sin aviso. No hubo despedida ni siquiera una esquela para entender tu partida .
Me costó comprenderlo, cuando lo logré, supe que fue una huída.
Lo conocí en una reunión en casa de una amiga. Teníamos diecisiete años. Creo que nos enamoramos en el instante que nos presentaron.
Sus ojos visionaban un mundo distinto. Parecía que auscultaba a las personas más allá de la apariencia, nos desnudaba el alma. Para él todos eran compañeros.
Cuando hablaba lo hacía con tal entusiasmo que se le iluminaba la mirada pensando que podíamos hacer de este país, un país mejor.
A mí me atrapaba con palabras y con esas pestañas tupidas y arqueadas que yo no me cansaba de elogiar .
Usaba un jopo a lo James Dean que le daba un aire de rebeldía aunque siempre lo llevaba acomodado con el gel que yo le compraba.
Y la infaltable campera de jean.
No me atrevo a abrirte. Ya hiciste sonar el llamador que es el originario de la casa.
Tu mano de dedos largos y uñas limpias está sobre esa mano de bronce que ha sonado varias veces.
Subí a la terraza para poder mirarte y que no me veas.
Tenes una campera de jean como aquella que usabas. Supongo que tu gusto por ese estilo de ropa se ha mantenido.
Estás a pesar del tiempo transcurrido parecido a la foto que abracé y besé con desesperación meses y meses.
La foto se la saqué en el parque de diversiones en Luján, en esa localidad vivíamos.
En nuestra adolescencia ese parque a la vera del río, nos vió con la adrenalina a flor de piel en la montaña rusa y por los besos que me daba callando mis gritos en el tren fantasma.
Años después ya viviendo juntos fue el lugar donde las luces y los ruidos le permitían reuniones secretas con desconocidos. Nunca me contó, a sabiendas nunca le pregunté, nunca quiso involucrarme.
Detrás de esa foto hay un escrito manuscrito medio borroneado por los años y por mis lágrimas pero aún puede leerse: Te querré siempre. 22/12/77.
Te veo aún en la puerta de casa y el llamador se ha puesto insistente.
Lo que nunca supe fue como la policía tenía una foto como está cuando me preguntó si te conocía, y un Pedro oculto en mí te negó tres veces. El miedo y la culpa fueron dos monstruos persiguiéndome, se desvanecían durante la terapia y reaparecian por las noches convirtiéndome en una insomne.
Ahora tu mirada se eleva , me descubriste mirándote .
Tu boca que tanto he deseado sostiene un cigarrillo, el humo asciende pero no logra ese aroma penetrante desdibujar tu perfume y descubro que el mismo hombre que se fue hace cuarenta años, ese, el de la foto, ha vuelto.