«Un ejemplo a seguir», «una guía para cambiar nuestras vidas» y «humildad, desinterés y entrega», son algunos de las consideraciones que los devotos de Mama Antula destacan de esta mujer nacida en 1730 en un pueblo del interior santiagueño y que será canonizada como la primera santa argentina.
Ana Belén (29) y Agustina Elwart (23) son hermanas, del Zanjón, una localidad cercana a Villa Silípica, y dicen que Mama Antula «significa mucho» para ellas, que está presente e intercede en sus vidas.
«Y ahora que fue declarada Santa, la verdad que es una alegría muy grande, una bendición para los argentinos, sobre todo para la Argentina en sí, más en estos momentos, significa un poquito de luz, de esperanza y de fe», dice Ana Belén en diálogo con Télam.
«Es muy importante, más que nada por la enseñanza que nos deja a todos por lo que ha sido, por su vida, por su persona, por su fe, así que es un gran ejemplo a seguir», considera.
Dice que lo más destacable de Mama Antula es «su humildad, su desinterés, el llegar a los que nadie se imagina, a los que nunca llegan» y agrega que junto con su hermana Agustina, ambas catequistas, siempre tratan de «enseñar eso, la esperanza, la humildad, la fe y el amor».
Agustina, incluso, dice que la hoy beata «siempre está» con su familia y narra que un pariente sufrió el año pasado un accidente y que ahora «se está recuperando».
«También perdimos a nuestra abuela y Mama Antula nos da la fortaleza», agrega entre lágrimas.
«Mama Antula ha estado en nuestros peores momentos, y nos ha dado la fuerza para salir adelante, por lo que estamos hoy aquí, seguimos intentando continuar su camino», completa.
Marta Navarrete, de 63 años, es la encargada de abrir y cerrar todos los días la capilla en Villa Silìpica, y dice para ella no es un trabajo, sino una bendición y que lo hace con mucho amor y cariño.
«Aquí Mama Antula es muy especial, nosotros somos muy creyentes en ella», dice Martita, como le dicen sus amigas y vecinas Marcela, Soledad, Miriam, Sonia y Noni, mientras todas amasan el pan casero para invitar a quienes llegan al retiro espiritual.
«Martita» se emociona al recordar a su madre, ya fallecida, y rememora que «tenía algo en el pie que le picaba mucho, se le rompía, rasgaba, le dolía y no podía caminar bien».
«Un día me dijo ‘Me voy a la Mama Antula a pedirle porque no doy más’, y ella fue al templete, donde había una cruz, porque aún no estaba la capilla. Se agachó, agarró un poco de tierra que estaba ahí en Mama Antula y se lo puso en el pie. Y después de eso se le ha desaparecido todo, ni la marca le quedó».
«Que tengamos una santa, la primera santa argentina, santiagueña y silipiqueña es algo muy digno», remarca.
Jofesina, de 62 años, es una jubilada de la capital de Santiago del Estero que llega a Villa Silípica, una vez más, ya que junto a su familia y amigos forma parte de un grupo de peregrinos a pie en honor a Mama Antula.
Recuerda que durante la pandemia estuvo «muy mal» con Covid, pero «después de ahí me han sacado, gracias a Dios y a la Virgen, a Mama Antula y al rezo de toda la comunidad».
Josefina narra que cuando estaba internada en la sala de terapia, sola por las restricciones del momento, vio a una mujer con una túnica negra: «Entró, se paró en la puerta, en mi pie y me miraba. Nunca le tuve miedo, y cuando contaba me decían que estaba loca».
«Ella me visitaba todas las noches y era Mama Antula a la que veía, y me habían dado pastillas porque decían que estaba loca, y así yo sola fui dejando de tomarlas, y nunca más tomé ninguna, y por eso doy gracias y con mi hermana armamos el grupo de peregrinos a Mama Antula en agradecimiento a ella», comenta.
«Y ahora que se le ha declarado santa, no te imaginás cómo he llorado, una emoción inmensa, hemos llorado todos en mi familia, y nos acordábamos cuando nuestros abuelos nos contaban de la Mama Antula, como monjita que andaba por todos lados», dice
y sostiene: «Es una guía espiritual, una guía para cambiar nuestras vidas, y tener más fe en nuestro señor, en el Padre».