El ismo es un sufijo que crea un sustantivo, nos dice el mataburros. Sigue desaznándonos: “que se aplica a una doctrina, una idea o comportamiento”, pero nada menciona sobre la apropiación del sustantivo personificándolo y transformándolo en un culto doctrinario, por ejemplo el stalinismo, el peronismo, el sionismo o, como el fascismo o el nazismo representar a la idea totalitaria de un egocentrismo rayano en aberración decimonónica, aunque en constante reedición.
Marx, Lenin, Trotsky, Freud, o Gandhi nunca se dijeron “istas” o su pensamiento “ismos”, por lo que no podemos hacerlos responsables de egolatría ni de haber creado doctrina basada en su personalidad; que no quiere decir que sus seguidores lo hayan hecho, pero esto es otra historia, que merece ser contada en otra ocasión.
Casi todos los demás ismos están basados en aspectos que denotan un pensamiento incluyente o excluyente; mayoritario o minoritario, cooperativo o competitivo, etcétera. Por ejemplo, social-ismo nos remite a la preponderancia de lo social por sobre lo individual. Común-ismo querría decir de la importancia de lo común sobre lo particular, y así podríamos continuar una larga lista con feminismo por sobre el machismo, que nos propone una mirada más flexible y adaptativa del primero por sobre las rigideces y la violencia del segundo; nacionalismo contrario al internacionalismo, como importante componente de la xenofobia y el racismo de un chovinismo patriótico ciego e intolerante.
Que el uso y costumbres, a posteriori, le hayan ido dando otro significado nos hace responsables, como usuarios y creadores del lenguaje que somos, en cuanto a la repetición acrítica que hacemos, y que nos obliga a su corrección; o por lo menos a una restauración del concepto original, sino queremos seguir ahondando en malos entendidos y grietas.
Contestaba, en un whatsapp de un grupo llamado como este periódico, La Gazeta de Versalles (pero con Z y sin I), que: “no es responsable una idea del uso que se haga de ella…… si quienes la interpretaron utilizándola como herramienta de sus ambiciones y mezquindades personales, terminaron transformándola en instrumentos de opresión similares a los mismos contra los que decían combatir”, o más o menos así rezaba la respuesta. Y esto es válido para el socialismo, el peronismo, pero también para el capitalismo, si nos atenemos a sus orígenes capaces de impulsar, como lo hizo, el progreso y bienestar de la humanidad que luchaba y sufría por liberarse de las cadenas de la esclavitud y el oscurantismo medieval. Como les pasó a los sistemas basados en el interés común, socialismo-comunismo, aquellas cadenas (que otorgan poder) de la edad media sedujeron a sus inventores y crearon con ellas la nueva esclavitud. Y hoy somos, nuevamente, víctimas de la demagogia y la dominación de esos muchos ismos.
Por otro lado, los istmos, franjas de tierra que unen dos continentes, serían todo lo contrario que las grietas, que separan, dividen, entorpecen la comunicación. De estos accidentes térreos quiero destacar los llamados populismos (que sustantiva lo popular). Pretendieron ser un viaducto que intercomunican los intereses de un capital cada vez más voraz, con un pueblo trabajador, o sector mayoritario de él, cada vez más pobre, que pasó de recoger lo que le tiraban (medioevo), a resignarse y mendigar en nombre de un dios ciego, sordo y mudo, hasta organizarse y luchar por sus derechos y conquistar algunos pocos de ellos, pero entregando demasiados muertos.
Escribía en ese mismo grupo de whatsapp, hace unos días, una respuesta al interrogante que surgió: ¿en que Argentina vivimos?
En serio, yo creo que vivimos en dos argentinas, superpuestas, mezcladas; confundidas, y hasta esquizofrénicas, si se me permite la licencia médica. Más allá de la patria sojera, la contratista, la futbolera, la popular, la tanguera, hay una Argentina profunda con raíces originarias, regada con sangre india de estirpe digna, socialista, anarquista, de los heroicos combatientes por la libertad del viejo continente; de incontables patagonias rebeldes, Forjas, cordobazos, 17 de octubres, y paladines anónimos que en Trelew, Malvinas, selva tucumana, cunas de mestizaje y pobreza de nacimiento, no rindieron banderas contra los nuevos colonizadores y nos dejaron su semilla; que de tanto en tanto brota, y los pone nerviosos.
Y otra, blanquita, «refinadamente europea, o pro-yanky; con la decadente cultura de un renacimiento agónico de cuyos restos sobrevive (como de sus batallitas el nostálgico) pero superficialmente ignorante y basta. Se reivindica la Argentina elegida y no tolera compartir ni sus posesiones, ni sus privilegios, y mucho menos tratar de iguales a los que la afean y ensucian, con «sus patas en la fuente», sus casuchas inmundas, sus olores choripaneros y su lenguaje barriobajero, y sobre todo con sus colores mestizos. Entre estas dos argentinas hay un riachuelo, una Gral Paz, fronteras invisibles, o invisibilizadas, que hablan mucho más que las comodidades, la soberbia y la seguridad de unos, o la muerte social y la escasez de los otros.
Cuantos puentes necesitaremos; cuantas compuertas que nivelen las desigualdades en la que muchos se hunden en la miseria y el olvido, mientras otros se aburren en la ostentación morbosa de su consumo compulsivo, gestado en su latrocinio explotador e histórico.
Porque los «apellidos patricios», o los contemporáneos patronímicos europeos de una nobleza infame y genocida, no fueron más que saqueadores, ladrones y asesinos de vidas y usurpadores de tierras, de metales, y “culturas incivilizadas y herejes” ofrecidas por su dios para colmar su voraz ambición de poder.
Tal vez no necesitemos políticos sino magos capaces de inventar esas pasarelas; tal vez entonces, los invitemos, como ya lo hicimos una vez, allá por el 1492, a compartir nuestro paraíso; pero tendrán que pedírnoslo con humildad, y eso no lo conocen; no figura ese concepto en el diccionario de conquistador.
¿En cuál de ellas te sientes incluido?
Hubo un pueblo aguerrido. Un pueblo con atributos; torneado al calor de aquellas gestas de libertad, de igualdad y de justicia; vencido en mil batallas. Traicionado por sus líderes; masacrado y mil veces renacido; desde Espartaco, la comuna de París. A las órdenes de Pancho Villa y Emiliano Zapata liberando al campesino mexicano explotado; derrocando al zar en Octubre del 17, y en la gran marcha campesina por la China feudal. Bombardeado en la Plaza de Mayo en el ´55, esa misma plaza que parió 22 años más tarde, a las madres de la vida contra la desaparición y la muerte. Que se volcó a las calles en París en el ´68, tomó Córdoba en Mayo del ´69, y sigue apareciendo hoy en las calles de Santiago, o de Quito.
Hasta nuestros días, con retrocesos y avances, pero siempre reclamando su protagonismo; porque son los escribidores de la verdadera historia.
Y lo seguiremos siendo, porque lo único que nos queda por perder son las cadenas.
Carlos Nieto
Oga Cultura y Transformación