Comprender lo que sucede dentro de una comunidad particular sin conocer lo que pasa fuera de ella es imposible. Para marcar singularidades se deben entender las generalidades.
Menos encriptado: “política, es la política internacional”. Además la política es economía, por tanto la economía es internacional.
No así el lenguaje, que hay muchos, y las palabras se las lleva el viento. Entonces ¿Cuál es la manera correcta para que Argentina tome esta agenda internacional?
¿Pidiendo? De manera declamatoria. ¿Obligando? o quizá ¿Mostrando?
El Presidente pidió en una videoconferencia integrar las BRICS, un conjunto de economías que supieron ser emergentes en el momento de su composición y algunas emergieron más que otras. La sigla BRICS deviene en que está compuesta por Brasil, Rusia, India, China, y Sudáfrica.
Alberto Fernández pidió que terminen de forma urgente «las hostilidades en Ucrania» y reclamó cambios en la política financiera del Fondo Monetario Internacional (FMI). De la charla estuvo presente, o conectado mejor dicho, Vladimir Putin el líder ruso que estando reunido con Alberto escuchó de boca del Presidente que nuestro país tenía que ser la puerta de entrada rusa al continente americano.
Con esto no hablo de furcios presidenciales sino de la poca credibilidad que se da a la palabra.
Cualquiera sea su intérprete, por lo que adentrarse en la agenda internacional de manera declamatoria es incorrecto.
¿Obligar? Otra de las opciones. Imposible.
Queda mostrar. El atleta Delfo Cabrera contaba que cuando fue a los Juegos Olímpicos de Londres en 1948, donde volvió con la presea dorada colgando en su pecho. Perón envió un barco lleno de comida al evento deportivo. La idea fue que el mundo de posguerra vea el poderío argentino que inclusive le sobraba comida para sus deportistas y podían abastecer a la villa olímpica así como podía hacerlo para el resto del mundo.
Hoy, ¿Qué hay para mostrar?
¿Por qué la política verdadera te daría bola?
Lo que muestra argentina es debilidad en muchos aspectos políticos y económicos, o político-económicos mejor dicho porque detrás de, por ejemplo, el palo al Movimiento Evita del que habló ciertamente Cristina Fernández salieron a bancarla una veintena de agrupaciones sociales. El reclamo fue “el modo en que se distribuye la riqueza que genera el país”, en criollo, el Evita se la lleva toda.
Es político y económico.
O que la justicia está subordinada siendo el caso del juez federal Marcelo Martínez de Giorgi, con asiento en Comodoro Py, quien se hizo eco de un pedido del hermano del ex presidente Macri y decidió anular su convocatoria en la megacausa conocida como “Super Mario Bros”.
¿De qué sirve que Alberto diga que hay que rever cómo se compone el FMI si se acata todo lo que el organismo demande?
Porque de nuevo, no hablamos de negarse al pago, sino de modificar condiciones que tras giras internacionales llenas de palabras de alegría no se modificaron ni en una coma.
Salieron a decir que Cristina no puede mostrar ese grado de confrontación a pocas horas de que el Fondo apruebe si baja la plata porque si no lo hace se va a complicar el mismo gobierno que ella integra.
Hoy publicaron que el directorio del FMI aprobó las metas del primer trimestre del acuerdo con la Argentina y desembolsará USD 4.000 millones al país. Es decir, mientras se haga lo que ellos quieran no les interesa nada.
Ahora la comunidad no está organizada, la economía menos y hasta que ello no suceda en política estamos en la B.
En la región, en Ecuador piden la renuncia del Presidente que le ganó las elecciones a la fórmula que integraba Correa, en Brasil se habla de que Lula (quien probablemente encabece una fórmula con una persona de derecha como vice) vencerá en primera vuelta, en Chile gobierna Gabriel Boric (con la atenta mirada de la derecha sobre sus cuentas), en Bolivia gobierna Luis Arce del MAS. Ahora Gustavo Petro, se impuso en las elecciones colombianas finalizando con la hegemonía de la derecha en el país. Si bien se pronuncia un giro ideológico (declamatorio) en la región, la derecha supervisa los movimientos. Volvemos a qué mejor que decir es hacer (mostrar).
También es cierto que ningún oficialismo logró vencer las elecciones después de la pandemia. El Gobierno no parece quebrar esa máxima y con los números que maneja va a la derrota.
Esperemos que no se de el síndrome de la rana hervida, y se modifiquen las condiciones económicas de forma rápida porque en esa cazuela estamos todos, a punto de ser cocinados.