Su festividad es la segunda en importancia, después de la veneración de la Virgen de Luján, patrona del país, y está a metros de nuestras casas.
Cada 7 de agosto, miles de creyentes de todo el país se acercan hasta el Santuario de San Cayetano, ubicado en Liniers, para celebrar la tradicional misa de veneración al «Patrono del pan y del trabajo».
Según la Iglesia Católica es el patrón de los gestores administrativos, así como de las personas que buscan trabajo y los desempleados. Por tal motivo, es llamado «Padre de Providencia» o «Padre de la Providencia», y «Patrono del pan». Sin embargo en nuestro país inicia otra festividad (el santo del trabajo en el resto del mundo es San José -por tratarse del carpintero más famoso-), según una leyenda popular, un campesino de principios del siglo XIX pasó frente a una imagen del santo camino a su casa. Venía de tener un pésimo día en sus campos de trigo, donde no había podido cosechar nada debido a una sequía que lo abrasaba todo desde hacía meses. El hombre se bajó de su carreta y le rezó a aquella imagen, pidiéndole que salvara sus trigales y dejándole como ofrenda unas pocas espigas que había logrado recolectar. Le prometió a Cayetano que si recordaba su pedido difundiría su ayuda y daría a conocer quién era. Antes de que llegara a su casa se desató una tormenta, y el anónimo se dejó empapar por aquella bendición y por su promesa. Y la difusión del milagro de los trigales fue tan grande que sus fieles comenzaron a ofrecerle el origen del pan, y pasó a ser conocido como «el santo de la espiga» y el patrono del pan y el trabajo.