Nuestros Idus de Junio (O los días malos de la historia argentina)*

Hoy me compartieron un video; no de ficción, ni un montaje o collage que pretenda causar impacto apelando a la sensiblería de cartón piedra de los pusilánimes de siempre. En todo caso nos recuerda una realidad que preferimos olvidar, o no, pero que hace a nuestra historia y nos desnuda en cuanto a esa idiosincrasia de “derechos y humanos”, o “apolíticos” como mejor quieran llamarse.

Porque aunque hoy se siga negando los campos de exterminio nazis, o el genocidio armenio, o las barbaridades americanas a lo largo y ancho del mundo, o se muestren indiferentes al lento y paulatino exterminio Palestino, nadie como nosotros lo hacemos (y los negacionistas de la pandemia son ejemplo), miramos para otro lado, no queriéndonos hacer responsables, por silencio, por odio, por ignorancia, de éste y tantos otros abominables crímenes: los treinta mil secuestrados-desaparecidos, los sesenta millones de originarios masacrados a la sombra de una cruz y la civilización  cuando «nos descubren»; Santiago Maldonado y las decenas de ellos, víctimas de la prepotencia de patoteros legales que, impunes, aplican la ley de sus amos.              Campañas del desierto contra «los bárbaros malones» de habitantes auténticos de estas tierras, hoy estancias sojeras, ganaderas, o improductivas tierras de ladrones y usurpadores.

Hoy es un aniversario más de hechos que, como la patagonia trágica, el operativo independencia en Tucumán, y los centros clandestinos de detención y torturas, nos explican el porqué estamos así, intentando desde hace casi un siglo, vivir en un territorio libre, justo e igualitario.

Mi recuerdo por aquellos padres, abuelos, niños (que hoy tendrían nuestra edad) que murieron masacrados por la intolerancia, el resentimiento y el desprecio hacia los que no eran igual a «ellos».

Francisco Franco Bahamonde, el «caudillo de España», dictador y asesino de un pueblo que se había logrado sacudir el yugo de la nefasta monarquía, enterró en las cunetas de todo el territorio español, a un millón de hombres y mujeres luchadores por la libertad, por ser rojos.

Intentó también con ellos sepultar la historia, y en buena medida lo logró, de tal manera que aquel heroico pueblo republicano sigue pagando en el olvido, la tristeza, y la infamia, a sus muertos insepultos.

Nosotros tampoco pudimos honrarlos, aunque sigamos encarcelando a sus verdugos; pero no son todos los que van apareciendo. Desde las sombras de los escritorios, las bancadas de los parlamentos; los púlpitos de las iglesias, y las oficinas de los poderes financieros, además de los rotativos de la prensa dominante, continúan agazapados, conspirando, y creando las condiciones que les permitan recuperar el lugar para el que se sienten los elegidos.

Somos buenos demócratas, nos dicen los que no lo son. Rehacemos bastante bien las cosas, que ellos destruyen; nos portamos republicanamente respetando unas leyes que ellos, haciéndolas y transgrediéndolas, mancillan desde la impunidad y la ignominia.

Tal vez nuestro complejo revolucionario y común-ista (que ellos se encargan de agitar como consignas extemporáneas) operen esa suerte de justificación de la mansedumbre con la que los tratamos: “no seamos como ellos”, “no respondamos a sus provocaciones”; “demostrémosle que somos civilizados y buenos cristianos”, etcétera…etcétera. Bueno, puntos de vista diría un ciego que no puede ver los buitres acechando la carroña. Porque ¿aún dudamos que lo son, y que su naturaleza es saquear, porque es la podredumbre lo que les atrae?, y quieren reducirnos a eso, a una sociedad en descomposición.

También nos escuchamos decir que “las condiciones no son favorables”, “la correlación de fuerzas es adversa”, “no estamos preparados para dar la batalla, porque no nos alcanza la consciencia social en la que apoyarnos”. Que…..

Y bla..bla..bla.., porque en el fondo nos falta ideología; porque pretendemos hacernos cargo de todos los errores históricos que han cometido los que nos precedieron que, por lo menos lo hicieron porque la vida es movimiento y éste se demuestra andando.

Y sí, amigos, la URSS fue un sueño trastocado pesadilla. Perón se equivocó pretendiendo, al irse, evitar las masacres que desde José León Suarez a la fecha hemos pagado en cientos de miles de caídos por ideas de socialismo, o algo más o menos parecido.

Y la revolución cultural de Mao fue una lavativa para un pueblo campesino con pretensiones de esa clase media, que este “comunismo contemporáneo”, les está proporcionando, aún a costa de su propia verdadera emancipación; de esa independencia con la que seguramente él soñó, como lo hicieron el Che Guevara, y antes Martí, San Martín, Moreno, y tantos que terminaron, como esas revoluciones, solo en el deseo y en “La revolución es un sueño eterno” que Andrés Rivera nos relata en su ficción histórica.

De todo eso nos tenemos que hacer cargo cuando hablamos de patria socialista, o justa, libre, y soberana; o más simplemente de pueblo. Este pueblo sin más atributos que el anhelo de bienestar y justicia, aunque nunca sepa que quiere decir con ello. 

 

*Carlos Nieto
Oga Cultura y Transformación