¿Fue acaso una utopía?, ¿una quimera de mentes idealistas; de nostálgica inocencia, trasmitida por aquellos tanos, gallegos, y luchadores por la libertad y la igualdad que dejaron sus vidas, amigos, su tierra y nos legaron en genes, en historias y canciones, su convicción y sus sueños?
Queríamos decir, con revolución, que sentíamos, deseábamos, soñábamos el vivir en un mundo sin mentiras; donde la corrupción fuese una anécdota atribuible a las desviaciones propias de seres imperfectos. Gestados al calor de una cultura que refleja las oscuridades y perversiones de quienes, incompletos y sin referencias, experimentan una existencia plagada de contradicciones y claroscuros.
¿Nos sirvieron los modelos preexistentes que descubrieron, inventaron, otros pueblos, en otros tiempos, y bajo circunstancias límites e incompatibles con la misma vida?
¿Fueron acaso aquellos pensadores conscientes de estar gestando un modelo universal capaz de resolver las iniquidades y barbaridades inhumanas a las que se abocaba otro modelo desarrollado a partir de esas taras, en el límite de la llamada condición humana?
¿Teníamos genéticamente la bondad, la solidaridad, y el sentido de la igualdad y la justicia, necesarios y naturales, como para ser capaces de convivir en armonía, y aspirar a ser felices en un mundo compartido y de todos?
Sumergidos en esas dudas; obsesionados con preguntas y planteos que amenazaban transformarse en interrogantes retóricos; apenas planteos filosóficos que no buscan respuestas, sino mas bien provocar inquietudes, sembrar angustias, y movernos de esas falsas zonas de confort engañosas de toda ingenuidad.
No seremos nosotros, con toda seguridad, quienes resolvamos este conflicto; en todo caso lo estamos incrementando y llevando al límite, lo que todo indica será el fin de una humanidad concebida como superior, desarrollada, civilizada, que avanza inexorablemente hacia el progreso y la perfección transgrediendo las mas elementales leyes de la vida, como el equilibrio del planeta y la convivencia pacífica.
¿Y porque amamos la revolución?; porque amamos la vida. Porque nuestra pulsión erótica nos impulsa a permanecer y recuperar nuestro lugar en un mundo de todos y para todos. Sin las falsas disyuntivas de la supremacía que nos abocan a la feroz competitividad en la que el otro es una amenaza; y los méritos de fuerza, inteligencia, poder, engaño y habilidades personales han sustituido a la solidaridad, comprensión, empatía, condolencia, compañerismo, afecto, y amistad.
Porque siempre supimos que no nos vamos a salvar solos; desde la toma de consciencia de nuestra fragilidad y limitaciones en relación con las otras especies (virus incluídos), el espíritu gregario que nos caracteriza no solo se da por la socialización, o si, y a través de ella hacernos fuertes y sobrevivir a las dificultades como un cuerpo único, y no como seres separados.
Pero, y para no pecar de ingenuo, positivista pueril u optimista cándido, es de rigor reconocer que el ser humano tiene un camino hecho; y en el sus muchas desviaciones lo han llevado a cruzar líneas rojas de crueldad, mezquindad, y atrocidades que, probablemente, lo han colocado en lugares irrecuperables o de muy difícil reversibilidad. Por eso es que la condición humana debe ser valorada como como un signo distintivo que diferencia a quienes siguen perteneciendo a esta especie, de quienes ya han abandonado tal condición, asemejándose, o mas bien creando una subespecie de similares características pero de propiedades o cualidades totalmente opuestas.
Este reconocimiento es la base, no de la infalibilidad pero si una buena garantía que nos preserve de errores históricos que nadie, de buen nacimiento y naturaleza, quiere repetir.
La colonización civilizatoria; el holocausto, las masacres étnicas a lo largo y ancho del planeta. El racismo y la discriminación, el patriarcado son las filas que eligieron los subhumanos para hacer un mundo a su medida en el que el resto solo seamos su servidumbre.
¡¡Unámonos si, pero no con nuestros verdugos!! , ellos solo pretenden un mundo de privilegios, exclusivo y excluyente.
*Dr. Carlos Nieto
Oga Cultura y Transformación