No es posible que puedan acompañar a quienes los han vendido y los llevan a rastras, de los que han sido sus verdugos y seguirán siéndolo el día de mañana. Los argentinos que siguen a los que han vendido la conciencia a los oligarcas, sólo pueden hacerlo movidos por las engañosas argumentaciones de los «habladores profesionales». Estos vociferadores de la libertad quieren disimular, alucinando con el brillo de esta palabra, el fondo esencial del drama que vive el pueblo argentino.
Porque la verdad verdadera es esta: en nuestra Patria no se debate un problema entre «libertad» o «tiranía», entre Rosas y Urquiza; entre democracia y totalitarismo. Lo que en el fondo del drama argentino se debate es, simplemente, un partido de campeonato entre la «justicia social» y la «injusticia social».
Esto que bien podría ser una reflexión sobre el ascenso de Milei fue dicho por Perón en el acto de proclamación de su candidatura el 12 de febrero de 1946. Hace casi 77 años.
Si no lo cree, vaya a buscar la transcripción que la puede encontrar fácilmente en internet. Describió la actualidad de modo cristalino, lo que no sólo habla bien del General como estadista sino del pésimo comportamiento de los compatriotas.
No se trata ya de tener mala memoria, porque obviamente la extensa mayoría de votantes del peluca no habían nacido en ese momento sino que devienen de un linaje de ignorancia. De generación en generación se transmite la forma obtusa de ver la realidad.
No por nada el golpe mal llamado Revolución Fusiladora, porque ni tuvieron el coraje de mirar de frente en un pelotón de fusilamiento sino que dispararon por la espalda en un basural de José León Suarez, se autodenominó “Revolución Libertadora”. Fue la estocada final que depuso a Perón en 1955 meses después de bombardear y matar argentinos.
Se ve que libertad significa muerte del pueblo en el diccionario de alguna gente. Antes con botas y hoy con reposeras.
Pero siempre se necesita la complicidad. Más camuflada como una especie de Tato Bores, el personaje de Mauricio Borensztein que en pocas palabras le echaba la culpa de todos los males a la casta, que tenía este gran pueblo argentino tan mal conducido. Con muy buenos libretos, muy graciosos, eso sí. Pero fue el primero en llevar un Presidente a la tele, el traidor Frondizi, fue invitado al casamiento de la hija del dictador Alejandro Agustín Lanusse, se juntó con el golpista José María Guido en Olivos, seguramente para jugar al truco. Por eso necesitaba más gente y formar parejas, debe ser por ello que también registraron su ingreso esos días los libretistas y humoristas que había en el programa.
Sin embargo pasó a la posteridad como el que no se casa con nadie. Más para acá en el tiempo Neustadt, Grondona, Lanata, hasta llegar a Jony Viale, Luis Majul, Paulo Rossi, y Novaresio.
A Luis le pueden decir que los gays son como los piojosos, u otro libertario que entrevistó, que le dijo que ver a dos hombres besarse le revuelve las tripas. Pero mientras el billete está… dale que va.
Con su fórmula, “el periodismo sin datos al gobierno y la opinión y el a mi me parecismo al poder” ocupan la centralidad de la caja más boba que nunca.
La CGT cómplice, gran parte del peronismo cómplice, al menos la conducción que evoluciona por debajo de lo que hace su militancia.
En el medio el pueblo, que no es bueno como decía Tato, que de hecho puede merecer lo que le pasa.
Y que va a pagar las consecuencias. Lo está haciendo económicamente y lo hará en las calles si no hay un cambio de dirección urgente. El tiempo lo dispone el Presidente Milei.
Tiene que cerrar fundamentalmente con los medios para que estén a favor, si eso sucede, el plazo para conseguir guita se extiende mientras te muestran que en Indochina se puso de moda vivir en 10 metros cuadrados, o que es lo más top habitar un coqueto barril Chavo del Ocho Style. Las fuerzas de seguridad que son las ejecutoras de la represión se acomodan solas, no hizo falta a lo largo de los años darle mucho incentivo para que estrenen sus bastones largos, tampoco lo habrá para que saquen a relucir sus tasers.
Si los pelados Trebucq de la vida no tienen sus brotes verdes, el resto de la farsa se cae, y diciembre termina mal. Si llega el ayudín para La Nación+ con estas medidas igualmente terminará mal en marzo.
No es Martinez de Hoz, ni es Cavallo. Es una mezcla, cuya devaluación del Caputazo sólo fue superada dos veces, ambas por Alfonsín en 1989. La primera te la regalan y la segunda te la facturan.
El “ah pero Alberto” va a durar lo que dure reponer la heladera dos veces. Tenemos una democracia absurda presidencialista que deja hacer a su antojo al candidato más votado a la Presidencia.
No hubo fin de De La Rúa, sin una veintena de muertos en la plaza; no hubo un adelantamiento de Duhalde sin la muerte de Kosteki y Santillan; y sólo será buena la democracia, o habrá madurado, si se puede torcer el destino de estas políticas económicas contrarias al pueblo sin muertos en la calle.
Para resumir podría citar a Facundo Cabral que contaba que su abuelo sólo le tenía miedo a los boludos, porque son peligrosos y eligen Presidente. Pero más que nada porque un día comentó que no se puede desarrollar un país donde nadie ve su futuro habitandolo, mientras el abuelo sueñe con volver a europa y el nieto en ir a Estados Unidos.
Pasaron los años, póngale los países que quiera pero la idea sigue siendo la misma el antinacionalismo engendrado por generaciones.
No ver un futuro en conjunto, un bien común, y pensar que la salida es Ezeiza, es el verdadero caldo de cultivo para que aparezcan los tipos que destrocen económica y socialmente al país hablando de libertad.