De pronto,/
de tu testa frondosa /
en el súbito enroque de tu mano inquieta/
brota una justicia recién creada/
para aliviar el clamor/
de la maldita guerra./
Lo comprendió imperioso/
el fervor de tu pueblo./
Sin palabras, sin árbitros,/
un solo corazón latiendo/
por mil bocas extasiadas:/
tu corazonada.
*La escritora que nos regaló este poema es una vecina profesora de Letras.