13/11/2019

UNA COMUNA DE CUENTO

 

Existen calles extraídas de otro mundo, extrapoladas de otro lugar y que emergen en nuestra comuna como parte de relatos literarios, en este caso el singular pasaje Trieste y la calle Boeri.


 

El pasaje Trieste debe su nombre a la famosa ciudad independentista y cosmopolita del norte de Italia ubicada frente al Mar Adriático, que tuvo un gran valor estratégico durante la Guerra Fría. Aunque su extensión aproximada es de una cuadra y media.

Casi todas sus casas son de una sola planta y en toda su extensión no hay edificios. Basta un auto estacionado para hacer imposible el tránsito. Tiene aroma a barrio y una atmósfera tranquila: allí casi no se conoce el ruido de motores y bocinas.

Nace en la calle Tupac Amaru y forma cuatro esquinas en el cruce con la calle Boeri. Termina pocos metros después en un cul-de-sac, aún más angosto que su cuadra anterior.

Paradójicamente este final sin salida se ha ganado la única mención literaria del pasaje que ha llegado hasta nosotros: Alejandro Dolina, en su fantástico relato “Los amantes desconocidos”, escribe con su melancólico humor:

“El ingreso a Amantes Desconocidos de un grupo de redactores humorísticos y malévolos provocó una serie de catástrofes que marcaron al decadencia de la Sociedad.

Estos profesionales, que perseguían únicamente la diversión personal, empezaron a enviar cartas a damas casadas y a urdir toda clase de intrigas chuscas.

De este modo consiguieron que la Sra. Aurora B de García Vassari se presentara a las cuatro de la mañana con una vela en la mano en el fondo del pasaje Trieste”
Por su parte, la calle Juan A. Boeri, para muchos un pasaje, se extiende desde la calle Gral. César Díaz en dirección sur hasta la calle Remedios Escalada de San Martín. Su único cruce es con el Pasaje Trieste, y tiene solamente dos cuadras.

Según dos publicaciones, recibe su nombre en honor del Dr. Juan A. Boeri, médico y farmacéutico italiano. La primera cuenta que ingresó a la Argentina a los 14 años y da como año de nacimiento 1874, y de fallecimiento, 1924. “Durante más de 30 años fue concejal del barrio de Flores donde se encuentra la calle que lo recuerda. Colaboró durante la epidemia de fiebre amarilla y curó a los heridos de la revolución del ‘80”. La segunda amplía algunos datos “Nacido en Italia, el 19 de agosto de 1889 fue designado catedrático de la asignatura farmacia como profesor titular de Farmacognosia. Antes de fallecer en 1914, es nombrado profesor honorario. Fue figura patriarcal del barrio de Vélez Sarsfield, fundó sociedades italianas, fomentó la educación popular y protegió al desvalido. Lamentablemente la quinta en la que habitaba la familia, rodeada de un frondoso parque, que se llamaba ‘Las golondrinas’ fue demolida en 1950”.

Existe una medalla alusiva al Dr.Juan A. Boeri en la Biblioteca Digital de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires, emitida en 1924, La pieza circular de bronce, que lleva en el anverso la imagen del Dr.Boeri, confirma en su reverso las fechas del natalicio y muerte de la primera publicación. Las de la de segunda, además, le dan un tiempo muy corto de vida para tan distinguida carrera, apenas 25 años, cuando en realidad vivió unos 75.

Por una publicación alusiva al 150º aniversario de la creación de la Facultad de Farmacia de la Universidad de Buenos Aires sabemos que su nombre completo era José Antonio Boeri. El trabajo cuenta que “en 1889 por jubilación de Martín Spuch se nombró a Juan A. Boeri en Farmacología, italiano de origen, hombre de humilde nacimiento, pero de grandes cualidades e inteligencia. Se recibe de médico y debido a sus esfuerzos y empeño reorganiza e inicia, con el maestro Irízar, la época moderna de la Escuela de Farmacia”. Agrega que se jubiló en 1913.

La calle no es tan estrecha como el Pasaje Trieste pero conserva su misma esencia. Hay muy pocas casas de dos pisos; el resto es de una planta.

Una ex-vecina, Susana Neve, nos cuenta “viví en el pasaje Boeri, en una pensión familiar llamada El Universo. Allí conocí gente muy original, venida de diferentes horizontes: alemanes, españoles, italianos, etc.”.

La leyenda cuenta que en la esquina de Boeri y Trieste vivía Pinuccio Minotti, recordado como “el poeta que murió de amor”.
Este inmigrante piamontés estaba enamorado de doña Victorina, una vecina que vivía en “El Universo”. Como en la pensión estaban prohibidas las visitas, él la veía en la pizzería “La Esponja”, de la calle Segurola. Todos los martes Pinuccio se sentaba en la misma mesa, junto a una pared color verde pálido. Allí tomaba una servilleta de papel donde escribía un breve poema de amor para doña Victorina. Ella llegaba, lo miraba, se sentaba y pedía un café. Luego de media hora en silencio, ella se retiraba. Desde luego ocupaban distintas mesas y el jamás se animó a entregarle ninguna de sus poesías. El día que Victorina no apareció más, Pinuccio se enfermó de pena y murió semanas después. Se cuenta que un ángel (quizás un vecino) encontró decenas de servilletas escritas en casa de Pinuccio. Conociendo los sentimientos del poeta italiano, cada semana le daba una propina al encargado de la pensión para que dejara un poema en la mesita de luz de doña Victorina, que murió sola y anciana releyendo durante todos los años siguientes los poemas sin saber quién era el autor.
 

Por Rodrigo Marcogliese

Fuente: Pablo Bedrossian

 

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