El 17 de septiembre se celebra el Día del Profesor en recuerdo del
fallecimiento de José Manuel Estrada, y un día antes se recuerda la
triste noche de los lápices. Dos hechos con gusto a lucha.
"De las astillas de las cátedras destrozadas por el despotismo,
haremos tribunas para enseñar la justicia y predicar la libertad"
les regalaba a sus alumnos Estrada al momento de ser destruido.
Profesor, orador, escritor, intelectual y educador, nacido en Buenos
Aires el 13 de julio de 1842, José Manuel Estrada falleció en
Asunción, Paraguay. La sociedad educa no solo por las ideas que
infunde sino por la labor que suscita, citaba en sus años de
educando.
Fue uno de los pioneros de la educación en Argentina, dictando
clases tanto en nivel secundario como universitario. A su vez, por
ordenanza municipal la Ciudad de Buenos Aires conmemora el 16 de
septiembre el día del estudiante secundario, y eso es porque 42 años
atrás (16 de septiembre de 1976) un operativo militar secuestró, y
desapareció a diez alumnos de la escuela secundaria que reclamaban
el boleto estudiantil.
El domingo pasado, las Madres de Plaza de Mayo visitaron la Unidad
Nacional de Avellaneda.
Este suceso fue uno de los más conocidos entre los actos de
represión cometidos por la última dictadura cívico-militar argentina
(1976-1983), ya que los desaparecidos eran estudiantes, que fueron
torturados antes de ser asesinados. La CONADEP estableció que la
policía bonaerense había preparado un operativo de escarmiento para
los que habían participado de la campaña por el boleto estudiantil,
considerada por las Fuerzas Armadas como “subversión en las
escuelas”.
El caso tomó notoriedad pública en 1985, luego del testimonio de
Pablo Díaz, uno de los sobrevivientes, en el Juicio a las Juntas.
Además Díaz participó de la creación del guión que llevó la historia
al cine días antes de cumplirse una década de lo ocurrido, en el
filme homónimo. Cuatro de los estudiantes secuestrados sobrevivieron
a las posteriores torturas y traslados impuestos por la dictadura.
Las víctimas fueron en su mayoría estudiantes de la UES (Unión de
Estudiantes Secundarios), de la ciudad de La Plata. Esta agrupación,
junto a otras escuelas fueron las que habían reclamado en 1975, ante
el Ministerio de Obras Públicas, el otorgamiento del boleto de
autobús con descuento estudiantil.
Esta circunstancia, junto al testimonio de uno de los
sobrevivientes, Pablo Díaz, ha popularizado la hipótesis de que los
secuestros hayan sido consecuencia directa de aquel reclamo. Sin
embargo, otros sobrevivientes, como Emilce Moler, afirman que ese
reclamo específico no tuvo ninguna incidencia en el episodio del 16
de septiembre. Pablo Díaz afirmó que el boleto estudiantil, que
habían conseguido los estudiantes secundarios en septiembre de 1975,
fue suspendido en agosto de 1976 con la intención de detectar,
mediante un trabajo de inteligencia, quiénes eran los líderes en
cada escuela e ir a buscarlos. Al respecto, mencionó un documento
hallado en la Jefatura de Policía de la Provincia de Buenos Aires,
titulado La Noche de los Lápices, firmado por el comisario general
Alfredo Fernández, en el que describía las acciones a realizar
contra los estudiantes, a quienes se calificaba como “integrantes de
un potencial semillero subversivo”.
Las órdenes de detención habían sido libradas por el Batallón 601
del Servicio de Inteligencia del Ejército y llevaban las firmas de
Fernández y del coronel Ricardo Eugenio Campoamor, jefe del
Destacamento de Inteligencia 101. Lo más llamativo de las mismas es
que, en todos los casos, se les asignó grado de peligrosidad mínimo
a los estudiantes. Los secuestros fueron llevados a cabo por
miembros de la Policía de la Provincia de Buenos Aires, dirigida en
aquel entonces por el general Ramón Camps y Miguel Etchecolatz.
Tras una semana de torturas, el 23 de septiembre, un grupo de
detenidos dentro del cual se hallaban los estudiantes fue trasladado
en al menos dos camiones celulares. El convoy se detuvo en la
Brigada de Investigaciones de Banfield, en donde bajaron a un número
de personas previa lectura de una lista en la que sus nombres
figuraba. Casi todos continúan desaparecidos El resto de los
prisioneros siguió camino hasta el Pozo de Quilmes
Según la CONADEP, “los adolescentes secuestrados habrían sido
eliminados después de padecer tormentos en distintos centros
clandestinos de detención, entre los que se encontraban: Arana, Pozo
de Banfield, Pozo de Quilmes, Jefatura de Policía de la Provincia de
Buenos Aires y las Comisarías 5.ª, 8.ª y 9.ª de La Plata y 3.ª de
Valentín Alsina, en Lanús, y el Polígono de Tiro de la Jefatura de
la Provincia de Buenos Aires”. Se presume que habrían sido
fusilados a principios de enero de 1977.