Se debe al feriado nacional aprobado en el 2010 cuando se firmó el
decreto 1584, que establece el 20 de noviembre como “Día de la
Soberanía Nacional” en recuerdo a la gesta en La Batalla de la
Vuelta de Obligado.
La Batalla de la Vuelta de Obligado se produjo el 20 de noviembre de
1845, en aguas del río Paraná, sobre su margen derecha y en el norte
de la provincia de Buenos Aires, en un recodo donde el cauce se
angosta y gira, conocido como Vuelta de Obligado, en lo que hoy es
la localidad de Obligado (partido de San Pedro).
Enfrentó a la Provincia de Buenos Aires, liderada por el brigadier
Juan Manuel de Rosas (1793-1877), quien nombró comandante de las
fuerzas porteñas al general Lucio N. Mansilla (1792-1871); y a la
escuadra anglo-francesa, cuya intervención se realizó bajo el
pretexto de lograr la pacificación ante los problemas existentes
entre Buenos Aires y Montevideo.
Los europeos pretendían establecer relaciones comerciales directas
entre Gran Bretaña y Francia con las provincias de Santa Fe, Entre
Ríos y Corrientes, sin pasar por Buenos Aires ni reconocer la
autoridad de Rosas como encargado de las relaciones exteriores de la
Confederación.
En 1845, el general Juan Manuel de Rosas gobernaba por segunda vez
la provincia de Buenos Aires, mientras que Uruguay se encontraba en
medio de una guerra civil entre los caudillos Manuel Oribe y
Fructuoso Rivera. Oribe acudió a Rosas, buscando apoyo para
recuperar el gobierno que había perdido ante Rivera quien era
ayudado por Brasil; a lo demandado por el nacional Oribe, Rosas
accedió con aporte de tropas y armamento. Con esta ayuda, Oribe
invadió el Uruguay y sitió la ciudad de Montevideo.
La intervención de fuerzas extranjeras exaltó los ánimos, y motivó
que el Reino Unido y Francia intervinieran en el conflicto, apoyando
al autodenominado "Gobierno de la Defensa" protegido por Brasil, el
Reino Unido y Francia, autoconvocándose como mediadores en el
conflicto. Rosas fue intimado a retirar sus tropas, pero rechazó la
intimación. Inmediatamente, la escuadra porteña que bloqueaba
Montevideo fue capturada por la flota combinada.
Con el desarrollo de la navegación a vapor (efectuado principalmente
en el Reino Unido, Francia y Estados Unidos) ocurrido en la tercera
década del siglo XIX, grandes navíos mercantes y militares podían
remontar en tiempos relativamente breves los ríos en contra de la
corriente, y con una buena relación de carga útil.
Según Felipe Pigna, “compartía con los terratenientes bonaerenses la
seguridad de que el Estado no podía entregarse a ninguna potencia
extranjera. No había tanto en Rosas y sus socios políticos y
económicos una actitud fanática que se transformara en xenofobia ni
mucho menos, sino una política nacionalista pragmática que entendía
como deseable que los ingleses manejasen nuestro comercio exterior,
pero que no admitía que se apropiaran de un solo palmo de territorio
nacional que les diera ulteriores derechos a copar el Estado, fuente
de todos los negocios y privilegios de nuestra burguesía
terrateniente”.
El 13 de agosto de 1845 se le dieron instrucciones a Lucio Norberto
Mansilla (padre del destacado escritor argentino Lucio V. Mansilla)
para construir baterías costeras artilladas. Mansilla solicitó al
juez de paz sampedrino Benito Urraco que le informase sobre el
armamento existente y la población de entre 15 y 70 años, y que
pusiera en estado de asamblea a la milicia activa.
En el marco de la Guerra Grande, una flota anglo-francesa integrada
por 22 barcos de guerra y 92 buques mercantes fue interceptada por
tropas argentinas, al mando del general Lucio Norberto Mansilla. Los
europeos disponían de 418 cañones y 880 soldados, contra seis barcos
mercantes y 60 cañones de escaso calibre que les opuso Rosas.
La principal fortificación argentina se encontraba en la Vuelta de
Obligado, donde el río tiene 700 m de ancho, y un recodo pronunciado
dificultaba la navegación a vela.
El general Mansilla hizo tender tres gruesas cadenas de costa a
costa, sobre 24 lanchones.
En la ribera derecha del río montó cuatro baterías artilladas con 30
cañones, muchos de ellos de bronce, con calibres de 8, 10 y 12,
siendo el mayor de 20, los que eran servidos por una dotación de 160
artilleros.
Finalmente, los anglo-franceses consiguieron forzar el paso y
continuar hacia el norte.
Contra lo que las fuerzas anglo-francesas esperaban, no lograron
concitar la simpatía de la población ribereña, especialmente en las
provincias de Santa Fe (que fue defendida por tropas al mando de
Pascual Echagüe) y Entre Ríos. En las orillas de ambas provincias,
la flota invasora fue atacada repetidamente, tanto de ida como de
regreso, en los combates
La mayor parte de las mercaderías que portaban quedaron sin colocar.
Su costo financiero, después de los daños infligidos por las fuerzas
argentinas, se elevó enormemente. Por lo tanto, si bien lograron
algunos resultados políticos, los beneficios económicos esperados se
trocaron en un fuerte quebranto.
Tras varios meses de haber partido, las fuerzas y naves agresoras
debieron regresar a Montevideo “diezmados por el hambre, el fuego,
el escorbuto y el desaliento”, como dijo el historiador argentino
José Luis Muñoz Azpirí.
De modo que la victoria anglo-francesa resultó pírrica: tanto la
decisión de las fuerzas defensoras, como las complicaciones que
imponía (e impone actualmente) el sinuoso cauce del Paraná a la
navegación, hacían excesivamente costoso intentar nuevamente la
navegación del mismo en contra de la voluntad del gobierno porteño.
Chile y Brasil cambiaron sus sentimientos (que hasta entonces habían
sido hostiles a Rosas) y se volcaron, momentáneamente, a la causa de
la Confederación. Hasta algunos unitarios (enemigos tradicionales de
Rosas) se conmovieron y el coronel Martiniano Chilavert se ofreció a
formar parte del ejército de la Confederación.
El general José de San Martín (1778-1850) expresó desde su exilio en
Francia que “ya sabía la acción de Obligado; ¡qué inequidad! De
todos modos los interventores habrán visto por esta muestra que los
argentinos no son empanadas que se comen sin más trabajo que abrir
la boca. A un tal proceder no nos queda otro partido que el de no
mirar el porvenir y cumplir con el deber de hombres libres sea cual
fuere la suerte que nos depare el destino, que en íntima convicción
no sería un momento dudosa en nuestro favor si todos los argentinos
se persuadiesen del deshonor que recaerá en nuestra patria si las
naciones europeas triunfan en esta contienda que en mi opinión es de
tanta trascendencia como la de nuestra emancipación de la España”.
Esta batalla, pese a ser una derrota táctica dio como resultado la
victoria diplomática de la Confederación Argentina, debido al alto
costo que demandó la operación. Implícitamente, la resistencia
opuesta por el gobierno argentino, obligó a los invasores a aceptar
la soberanía argentina sobre los ríos interiores. Gran Bretaña, con
el Tratado Arana-Southern, de 1847, concluyó definitivamente este
conflicto y en marzo de ese año ordenó el retiro de su flota.
Históricamente, los federales y nacionalistas argentinos han
considerado el combate de la Vuelta de Obligado como el más
importante triunfo en la lucha por consolidar y hacer respetar la
soberanía de las nuevas repúblicas, especialmente la República
Argentina.
En el Metro de París existe una estación que, hasta 1947 se llamaba
“Obligado”. Tras la visita a Francia de Evita Perón fue rebautizada
como “Argentine”.
La Batalla de la Vuelta de Obligado ha sido recordada en uno de los
formatos de los billetes de 20 pesos argentinos que en una cara
lleva el retrato de Juan Manuel de Rosas y en su reverso una imagen
de la Batalla de la Vuelta de Obligado.
Los pocos emblemas de los estados de la Confederación Argentina que
fueron tomados por los franceses fueron reintegrados a la República
Argentina por el premier francés Jacques Chirac.
En 1973, con Perón en la Casa Rosada, el Congreso nacional declaró
el 20 de noviembre como Día de la Soberanía Nacional con carácter
de feriado optativo, lo que fue abolido durante la dictadura
militar.
El 3 de noviembre de 2010 se firmó el decreto 1584 nuevamente
declarando el 20 de noviembre como Día de la Soberanía Nacional, con
carácter de feriado nacional en toda la República Argentina.