16/02/2018
Una
historia a revelar
Un nuevo sabías qué llega de la
mano de Mery Martín y promete contarnos la historia de algo que
marcó tu infancia, seguro tenes recuerdos de ella pero sin embargo
desconocés su finalidad: la calesita.
A pesar de que en la actualidad está asociada a la infancia, en sus
orígenes utilizada por adultos. La historia de la humanidad la
cuenta desde tiempo antiguo. Se cree que las primeras son de
Turquía, según grabados y pinturas en las que se las representa, la
palabra Carrusel deriva de italiano “garosello” y en español
“carocela” significa “primera batalla” porque este aparato era
utilizado por el entrenamiento para combates que practicaban los
turcos y árabes allá por el año 1100. Consistía en caballos de
madera suspendidos por vigas que eran soportadas por una columna
central. El entrenamiento de los jinetes se centraba en apuntar con
lanzas tratando de ensartar anillos ubicados alrededor del Carrusel
(sortijas).
Estás instalaciones fueron introducidas en Europa por las Cruzadas,
y poco a poco fue modificándose de ser una práctica de guerreros en
los castillos medievales a un divertimento de la nobleza. Aunque
seguía siendo para adultos.
Fue en Francia donde con el tiempo se popularizó y se construyó un
Carrusel más grande que el que se ubicaba en los castillos. En una
plaza de París e invitando al público general a la diversión. Los
primeros carruseles, o calesitas no tenían plataforma y los muñecos
se colgaban de postes o cadenas. Al girar, simulaban volar movidos
por animales o personas que tiraban de una fuerte cuerda, o de un
manubrio.
A mediados del siglo XIX se fabricó la calesita de plataforma
reduciendo el riesgo para los niños, y se construyeron a propulsión
de vapor. Se instalaron caballos de madera que subían y bajaban, con
la Revolución Industrial aparecen los motores eléctricos, las luces
y música dándole su actual fisonomía.
En Argentina la primer calesita que se instaló fue entre 1867 y
1870, en la actual Plaza Lavalle. Fabricada de Alemania hubo que
esperar hasta 1891 para que se hicieran en el país.
En 1943 comenzó a funcionar en el terreno de avenida Rivadavia y la
calle Hidalgo el Carrusel que trasladado en 1946 al zoológico de
Buenos Aires fue el deleite de tantas generaciones de niños. Hasta
que en 1979 fue comprada por u$d 19.000 por el club de Leones y
colocada en un predio de Ayacucho.
Se agolpan los recuerdos, si habré disfrutado de sus vueltas en cada
visita al zoológico, que ya tampoco existe...
Otra curiosidad es que la bocha y la sortija son un invento
argentino de la década del ´30 inspirado en la carrera de sortija de
los gauchos (lo que aún puede verse en la feria de Los Corrales, en
Mataderos los domingos y los feriados).
Las más antiguas bochas prendían de un poste, y las actuales ya no
pero igualmente las manejan hábilmente las manos del calesitero, y
quien la logre sacar obtiene por premio una vuelta gratis.
También llamadas “tíovivo” por la singular historia relatada por
Sofía Tartillán en su libro “Costumbres Populares” (Madrid 1880), en
el que cuenta que el 17 de julio de 1834 en Madrid morían de cólera
un centenar de personas, y entre sus víctimas estaba Esteban
Fernández de ocupación calesitero. Los ataúdes eran por entonces un
objeto de lujo inaccesible para las clases pobres, quienes cargaban
a sus muertos en andas hasta enterrarlos en el cementerio.
Cuando los familiares del calesitero pasaron con su cadáver por el
predio en la calesita Esteban Fernández se escapó de sus brazos y
tirando el paño negro que lo cubría gritaba: ¡Estoy vivo! ¡Estoy
vivo!.
Su convalecencia fue larga y cuando el cólera si calmó, y volvió
pensarse en diversiones Don Esteban reabrió el aparato de los
caballitos y barquitas de madera, pero lo habituales parroquianos
que volvieron lo saludaban como “tío vivo”.
El “tío vivo” desplazó a su auténtico nombre a tal punto que con el
tiempo la Real Academia de la lengua española incluyó en el
diccionario la palabra “tíovivo”, y la definió como “aparato
giratorio con asientos de varias formas dispuestos en círculo y que
sirve de recreación”.
Las calesitas de Buenos Aires son consideradas patrimonio cultural,
y nuestro barrio Versalles tuvo varias: en Arregui y Gana, en Juan B
justo y Gallardo. De hecho, llevé a mis hijos y sobrinos a la que
estaba ubicada en el baldío de la esquina de Barragán y Arregui. Un
día desapareció... Pero desde el 2017 gira nuevamente una calesita
después de mucho esperar en la plaza Ciudad de Banff.
Cuando se inauguró y sin proponermelo en silencio recitaba:
Pegasos, lindos pegasos,
caballitos de madera…
Yo conocí siendo niño,
la alegría de dar vueltas
sobre un corcel colorado,
en una noche de fiesta.
En el aire polvoriento
chispeaban las candelas,
y la noche azul ardía
toda sembrada de estrellas.
¡Alegrías infantiles
que cuestan una moneda
de cobre, lindos pegasos,
caballitos de madera!
Antonio Machado
Por Mery Martín
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