01/06/2018

SOBRE SUS MESAS QUE NUNCA PREGUNTAN

 

Un lugar comienza a considerarse barrio cuando guarda recuerdos, y el nuestro no es la excepción. La Gaceta salió a la calle para encontrar y contar historias, nuestra columnista Susana Martí se topó con un café que desde hace décadas vigila nuestras calles, y la fotógrafa Graciela Sudano se vio en la obligación de inmortalizar el momento.

 


Las callecitas de Versalles tienen ese qué sé yo… caminando por Arregui, justo en la esquina de Irigoyen lo descubrí.
Lo primero que llamó mi atención fue el nombre “Bar Olimpo”, enseguida lo asocié con los dioses griegos pero luego comprobaría mi equivocación.


Miré a través de sus vidrieras y quedé asombrada, sus paredes y repisas lucian objetos y fotos, informantes válidos de otros tiempos, antigüedades que me invitaban a entrar para conocer su historia.


Hace casi 30 años que soy “versallesa” y desconocía el local, me propuse una tarde volver para indagar sobre ese atrapante café que según reza su toldo es bar notable y data de 1950.


Y llegó esa tarde. Fui recibida por el señor Gustavo De Georgi, quien café mediante, amablemente ofreció sus conocimientos y la publicación llamada “Breve historia del bar Olimpo”, escrita por Daniel Edgardo González con el fin de rescatar del olvido los esfuerzos tenidos para que el bar permanezca durante tanto tiempo.


Este autor dice “sin duda alguna, con su existencia que que ya ha superado el cincuentenario, es una verdadera institución en Versalles… cualquier crónica que se pretendiera escribir sobre el barrio resultaría inexorablemente incompleta si se omite mencionar el Olimpo”. Esa tarde lo comprobé personalmente.

 


Fue en 1950 cuando León Heras abrió las puertas del bar Olimpo en el mismo sitio que ocupa actualmente, justo frente del club de fútbol homónimo. Por entonces convivían en el barrio las calles asfaltadas y las de tierra: Irigoyen era asfaltada de Rivadavia hasta Arregui, y de allí a Beiró continuaba de tierra.


Dueños de quintas, y socios de clubes de fútbol hoy desaparecidos conformaban los lugareños y parroquianos del local.


El club Olimpo usaba una camiseta anaranjada con vivos azules en el cuello y puños participó de los campeonatos Evita (alguna foto rescata ese recuerdo), y en su homenaje Don León bautizó al bar, por el cual hoy sabemos de la existencia del Club.


En sus inicios el bar supo tener en la terraza una glorieta que funcionaba como patio de tango, donde cantantes y músicos deleitaron a la concurrencia nocturna.


Otra de sus primeras actividades fue la instalación de un metegol frecuentado por la muchachada del barrio, reemplazado con posterioridad por una mesa de billar que aún conserva en el piso las marcas de sus patas. Huellas imborrables de un pasado que revive sus años de gloria cuando los billaristas conocidos realizaban sus exhibiciones en este bar.


El espacio físico ofrece un patrimonio cultural singular: relojes, calefones, sifones, radios, ventiladores antiguos, viejas máquinas fotográficas, registradoras, discos de pasta y vinilo, colecciones numismáticas, repuestos de automóviles, que son testimonio y memoria.


De Georgi nos mostró la vitrola que funcionaba a fichas y la cafetera a gas de 1970, además de contarnos que uno de los primeros televisores en blanco y negro que tuvo el barrio fue el del Olimpo.


Los días de fútbol se llenaba de clientes, quienes si ya estaban ocupadas las sillas permanecían de pie. Sólo los sentados hacían pedidos, y era por ello, que a pesar del abarrotamiento de gente en el lugar se facturaba poco. Entonces se buscó como solución: cuando no había más lugar donde sentarse, el bar bajaba sus persianas y sólo las abría concluido el partido.


Desde el 26 de octubre del 2004 es café notable por la Ley N° 35/98 (se considera notable aquel café, bar, confitería, o billar relacionado con hechos o actividades culturales de significación y que tiene relevancia local).

 


El Olimpo fue escenario de los talleres literarios de Cultura Viva organizados por Marta Pizzo, letrista, compositora de tangos y promotora sociocultural (una “obrera de la palabra”, como se define). En la actualidad se realizan eventos culturales: por lo general son espectáculos de magia, o stand up, u otros musicales, que se comunican a través de su cuenta de facebook “Olimpo Bar Notable”.


El lugar mantiene la mística de los bares antiguos, tradicionales porteños con la ambientación histórica típica.
No menos curioso es saber quiénes se sentaron en sus mesas: uno de sus habitué fue el actor Adolfo García Grau (vecino del barrio); y durante el rodaje de “Esperando la carroza”, cuya filmación se efectuó en una casa de la calle Echenagucía (a metros del bar), su director Alejandro Doria junto con técnicos, operadores, y actores tales como Antonio Gasalla, Luis Brandoni, Betiana Blum, Andrea Tenuta. Ellos también realizaban sus descansos y refrigerios en el “Olimpo”.


Héctor Millán y Felipe Ricciardi, vocalista y bandoneonista respectivamente de Juan D'arienzo, también concurren al bar. Inclusive alguna vez se lo vio al Polaco Goyeneche.


La tarde declinaba en el ocaso, y varias mesas estaban ocupadas reclamándole al señor De Georgi para que les cobre o para que les sirviera otro cafe. Nuestro anfitrión comentó que los habitués siempre piden lo mismo y cuando se los ve entrar les sirven sin que pidan nada, salvo cuando deciden cambiar su costumbre que entonces hacen el pedido.
Antes de retirarnos, la fotógrafa buscó las mejores tomas para que el lugar luzca y el lector valore el patrimonio cultural que este bar atesora.

 


El horario de atención es de lunes a sábados de 7 a 20 horas, domingo cerrado. Quien lo visite no se arrepentirá, un ambiente acogedor atendido por sus dueños. Al café habitual del Olimpo se sumaron riquísimos menús.
Bar Olimpo nuestra versión de “Cafetín de Buenos Aires” en Versalles.

 

Por Susana Martí

Foto: Graciela Sudano

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  16 de noviembre, "Día del vecino de Versailles" 

   

 

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