14/01/2019

 

LA HISTORIA SE REPITE, LA HISTORIA


Un pueblo que se ahogó en sus palabras y se suicidó en las urnas está escondido al oeste de la Provincia de Buenos Aires.Como un espejo del país en su conjunto, Epecuén, guarda el recuerdo de lo que fue en medio de las ruinas en las que se encuentra.

 


Cuenta la leyenda, que de unas tierras consumidas por el fuego un grupo de indígenas rescataron a un niño y lo llevaron con su líder. Ellos pertenecían a la comunidad Mapuche pero para los enemigos de la historia, esos que insisten en que estos nunca existieron, podrían ser llamados Araucanos.

El jefe nombró al niño “casi quemado”, lo que en su lengua significa “Epecuén”.

El fuego se apagó y sobre tierra arrasada se erigió la sociedad. Dotados de una grandeza de recursos tal que las aguas de la laguna que toca ese lugar tenía propiedades sólo encontradas en el Mar Muerto, en Asia.

Rápidamente, se le encontró poderes curativos sobre afecciones dérmicas, musculares y óseas.

Pasó mucho tiempo, y en 1921 se creó la Municipalidad de Adolfo Alsina, uno de los 135 partidos de la Provincia de Buenos Aires (pegado a La Pampa), con la localidad de Carhué como su cabecera y la de Villa Epecuén como su frutilla del postre.

Porque a esta última comenzaron a acercarse turistas, que querían gozar de sus aguas termales, y de la fuerza curativa de su laguna.

En 1975, viendo la posibilidad de que la localidad se inunde producto de las lluvias, el Gobierno provincial decidió comenzar el Canal Ameghino. Obra que quedó trunca cuando los cráneos con botas suspendieron su realización con el golpe de 1976.

Desde ese momento, todo fue cuesta abajo para sus habitantes.

El turismo, sin embargo, seguía creciendo y esto causaba rispideces con la cabecera del partido, ya que Carhue había pasado a ocupar un lugar expectante de quienes no conseguían hospedaje en las cercanías de tal poderosa laguna.

Era el principio del fin, una tierra llena de recursos que estaba mal administrada gubernamentalmente y encima en plena crispación social con celos entre los hermanos.

Como diría el Martín Fierro, no era de esperar que si se peleaban entre ellos los devorarán los de afuera.

Es importante hacer un punto en este momento porque de haber un mapa una flecha marcaría: “Argentina está aquí”.

Para el principio del 84´ las lluvias que caían sobre Villa Epecuén amenazaban con inundar el lugar, y los comerciantes tuvieron una disyuntiva: manifestarse para visibilizar que el Gobierno (votado el radicalismo democráticamente) tenía que hacer alguna obra, o callarse y hacer como si no pasara nada para no alertar al posible turismo que no iría si estaban en obras.

Como siempre, la avaricia pudo más y los pobladores se hicieron los otarios.

Resulta que las lluvias comenzaron a caer cada vez con más fuerza y el 10 de noviembre de 1985 Villa Epecuén se inundó.

Una observación, un dato al respecto es cómo actuó el poder de turno. Sólo dos veces en la historia democrática se dio que un mismo partido venciera en los 4 distritos más importantes del país (Provincia de Buenos Aires, Capital Federal, Mendoza, y Córdoba) y en la general nacional en unas elecciones legislativas.

Una fue en el 2017 donde los argentinos que pedían alternancia dos años antes votaron con las dos manos a un Gobierno que nos estaba, y nos sigue endeudando. Semanas más tarde “salió con fritas” la reforma previsional.

La otra fue en 1985, el 3 de noviembre de ese año el radicalismo se impuso en todos esos distritos. Exactamente una semana más tarde el Gobernador Alejandro Armendáriz contando “con una espalda enorme” decidió abrir las compuertas para salvar la ciudad de Guaminí, y sumergirse varios metros bajo el agua las esperanzas de los vecinos de Epecuén.

Fue la tercer lluvia más fuerte de su historia, es decir, a Villa Epecuén no la mató la lluvia. La mató el poder: el del oficialismo y el del habitante que miró para otro lado cuando veía venirse el agua.

Varios escépticos decidieron no abandonar las casas que décadas antes habían construido ellos mismos y se aferraron a sus viviendas. Otros tapiaron sus propiedades y se fueron.

En algunos casos emigraron a Carhué donde también se habían hecho los “sota” cuando vieron que su localidad hermana se estaba por inundar, qué mejor que eliminar la competencia habrán pensado.

Los que se quedaron esperando una ayuda del Gobierno nacional como resarcimiento de sus muebles, electrodomésticos, recibieron el 50% del valor inmobiliario con la promesa de que tiempo más tarde le iban a dar la otra mitad.

No sólo que ese dinero restante nunca llegó, sino que el 50% fue comido por la maratónica inflación que adoptó el Gobierno del Dr. Alfonsín.

Una imagen vale más que mil palabras, y para ilustrar el hecho sólo imagine a los vecinos abandonando sus hogares, cargando sus objetos valiosos, la ropa y hasta su perro en botes mientras el agua subía.

Los que hace un tiempo vivieron en Villa Epecuén hoy recuerdan con lágrimas en los ojos que en la Avenida principal tenían colocado un Cristo, y dicen: “estaba encima de una base por lo que era más alto que nosotros. Lo mirábamos y pensábamos que cuando el cristo tenga el agua por las pelotas, a nosotros ya nos iba a llegar al cuello”.

En cuatro días, no existía más nada allí. Todo el pueblo había sido evacuado y no quedaban vestigios de que en ese lugar hubiese existido nunca nada más que agua.

Tiempo más tarde, en el 2005 bajó totalmente el agua. La Villa quedó intacta sólo que completamente blanca debido a la salinidad del lago que le aporta esos poderes curativos y la hace ser semejante al Mar Muerto.

El poblado blanco se ve, pero son ruinas. Está completamente destruido. Arrasado como el fuego que lo quemó al principio según la leyenda. El matadero que está situado a la entrada de la Villa, el mismo que insistió en seguir trabajando aun cuando estaba rodeado de agua, fue nombrado monumento histórico provincial en el 2014 al igual que el resto de las ruinas.

En el 2015 volvió a tener luz, y el turismo creció. Fotógrafos de todo el mundo visitan Epecuén.

Esa es la historia de un pueblo de la Provincia de Buenos Aires, que es parte y espejo de la Argentina.

Nació sobre tierra quemada, con recursos naturales enormes. El Gobierno Peronista comenzó una obra que los muchachos de plomo dejaron inconclusa. Llegó la democracia, el orgullo de sus habitantes los hizo no protestar, los celos internos hicieron que no exista la solidaridad, y el Gobierno actuó de verdugo. Se hundieron, reflotaron en el 2005. En el 2014 fueron homenajeados, y creció su sustento de vida con el turismo…

Es indescifrable saber si la descripción era del pueblo o del país. Y como la historia es cíclica y tanto se parecen, después de todo lo narrado adivinen a quién votaron en el 2015...
 

Por Wally Crock

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