El circo del que somos parte, a veces como espectadores y otras como
partícipes necesarios sumó un nuevo acto. Los payasos estuvieron
adentro, y los domadores de ideas afuera.
Es que no cambiaron las cosas, sino la compañía Circense. La de
turno llegó con alegría, algún que otro payaso desdentado, globos y
matraca de ocasión, falsos alquimistas capaz de convertir a todos en
personas felices si lo pudieran hacer por decreto, y magos que
querían construir puertos en Santiago de Estero.
Este grupo, o equipo como les gusta que les digan, tiene alguna
semejanza y un gran recuerdo de uno que estuvo hace décadas.
Misteriosamente, plagada de brujos. Su acto principal era el
ilusionismo: nos decían que éramos lo que no éramos, y desaparecian
personas.
Unos pocos locos creyeron que sobre la tierra arrasada podía
florecer la primavera. De hecho, se fue el plomo y volvieron los
días felices. Tanto fue así, que algunos comenzaron a olvidar aquel
espectáculo y hasta no faltó quien lo quisiese resurgir. Las
historias vívidas se volvieron leyenda para los olvidadizos.
“Volvieron”, comentó un viejito a su hijo mientras vio por el patio
de su casa al primer globo amarillo volando. Su hijo, intentó una
sonrisa a medias y le dijo “Si, viejito. Si, se puede”.
Nuestro rol parece ser que es el del equilibrista, a punto de caer
todo el tiempo.
Mágicamente la cuerda por la que caminamos se hace más gruesa o
fina, a medida que vamos avanzando. Existen los que se quejan de
tener que cumplir esa función, pero sin embargo son los que la
eligieron.
No tal cual, obvio. No nos dijeron que íbamos a tener que cuidarnos
para no caer en el vacío, sino que se trataba de una adecuación
gravitacional que dependía de la anormalidad de haber caminado en un
piso sin abismo, que ahora se debía pagar porque hay que aprender a
vivir en la incertidumbre y disfrutarla.
El hijo del viejito, cada tanto reconoce que no está bueno caminar
por donde vamos, pero que quien no tuvo nada regalado puede darse
cuenta que no puede apoyar los dos pies en paralelo. La anchura
entre pie y pie no puede superar a la de sus espaldas.
Volviendo a la compañía circense actual, son muy sofisticados, quizá
los mejores preparados. Aprenden rápido de sus errores, por ejemplo,
el domador de ideas aprendió a imponerse mediante una pantalla.
Al principio, su participación era como postre del espectáculo y
siempre mandaba alguno de sus artistas entre el público, para que
amenice la función y le den pie para entrar a escena.
Pero su perfeccionamiento consta en que ahora no lo deja para el
final, sino más temprano, antes de que comience la función. Para que
quien lo mire por la pantalla (que es su actual arma de dominación
al salvajes) sepa de antemano como es el disciplinamiento si desean
ir al evento.
Párrafo especial, para los payasos. Delicia de grandes y chicos, de
todos los gustos y colores. La mayoría no se incorporaron al staff
ultimamente, sino que se han reciclado.
Está la gorda y el flaco entre los más divertidos: Son graciosos,
patéticos, y odiadores. La protagonista de este dueto también tiene
su alter ego en la carpa de al lado. Porque ella hace entender que
es la que controla su carpa, al igual su alter ego al lado; ella es
siempre opositora al director del circo, aunque sea su aliada, su
alter ego es siempre oficialista, hasta cuando su papel le pide que
contradiga al director; lo que los une es que entre los dos no
llegan a ser queridos por el 3 por ciento de los espectadores, pero
sin embargo, desde las pantallas dicen que controlan sus carpas.
Está Ricky Ricón y su séquito, no creo que pague regalías por usar
ese nombre. De última si alguien lo paga somos los del público, los
mismos que a veces hacemos el trabajo del trapecista.
Teniendo como antecedente que no hubo carpa tan pesada para hacer
que las flores no vuelvan a crecer, y que la cuerda bajo nuestros
pies la tensamos nosotros, será el momento de ser semilla para que
crezcan las raíces de una patria justa, libre y soberana.